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En los últimos meses, el precio del aceite de oliva en España ha experimentado un notable aumento, generando inquietud tanto entre los consumidores como en los expertos del sector alimentario. Este fenómeno ha desencadenado una serie de investigaciones y análisis destinados a comprender las causas detrás de este incremento abrupto y las posibles implicaciones a corto y largo plazo.
La subida del precio del aceite de oliva no es un hecho aislado; de hecho, los precios de los alimentos en general han experimentado un alza del 9%. No obstante, el caso del aceite es particular, con un aumento del 6% en tan solo un mes y un asombroso 50% en lo que va del año, acumulando un incremento del casi 75% en los últimos 12 meses.
A pesar de que el costo de los alimentos en general está aumentando a un ritmo más moderado, el precio del aceite de oliva se ha disparado, multiplicándose por siete en comparación con otras subidas en sectores agrícolas. En los últimos 12 meses, los cereales han experimentado un aumento cercano al 8%, las legumbres y hortalizas un 12%, el arroz un 16%, mientras que el aceite ha registrado un incremento del 73.5%.
Según el Informe Semanal de Coyuntura del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el costo del aceite de oliva ha aumentado de manera sostenida durante los últimos 16 meses, llegando a ser un 39% más caro que hace un año.
No obstante, la interrogante persiste: ¿por qué esta subida es tan pronunciada y cuáles son sus causas fundamentales?
En el año 2020, los precios del aceite de oliva experimentaron una marcada disminución, principalmente influenciada por la pandemia de COVID-19. Las restricciones en la movilidad y el comercio internacional afectaron la cadena de suministro, generando problemas logísticos y retrasos en la distribución. Estos desafíos impactaron directamente en los precios al afectar la disponibilidad del producto en ciertos mercados. Si bien sería lógico pensar que los precios tienden a aumentar ante una reducción de la oferta, en este caso se juntaron diversos factores que empujaron los precios hacia abajo.
Uno de ellos fue el cambio en los patrones de consumo. Con las medidas de confinamiento y el aumento del teletrabajo, las preferencias de consumo se modificaron. Hubo un incremento en la demanda de alimentos envasados, mientras que la demanda de productos frescos, como el aceite de oliva, disminuyó. Esta reducción en la demanda contribuyó a la disminución de los precios.
A ello se suma el cierre de restaurantes y hoteles debido a las restricciones, lo que resultó en una menor demanda de aceite. Estos establecimientos, que son consumidores clave de aceite de oliva, cerraron sus puertas, contribuyendo así a la caída de los precios.
Finalmente, la incertidumbre económica a nivel global llevó a los consumidores a adoptar una postura más cautelosa en sus gastos, afectando la demanda de productos premium, entre ellos el aceite de oliva. Este conjunto de factores delineó un panorama complejo que incidió significativamente en la dinámica de precios de este producto.
La guerra en Ucrania ha impulsado un aumento significativo en los precios de las materias primas clave para el cultivo del olivar y la producción de aceite, como fertilizantes, electricidad y gasoil. Este incremento se atribuye a la interrupción de los suministros y las tensiones geopolíticas, representando un desafío adicional para la industria del aceite de oliva al enfrentar mayores costos y presiones externas.
Aunque los precios de los fertilizantes han empezado a disminuir, persisten desafíos en términos de asequibilidad y disponibilidad. La escalada alcanzó su punto máximo a principios de 2022 debido a las interrupciones en el suministro provocadas por la guerra.
El precio de la electricidad en España ha experimentado un marcado aumento en los últimos años, generando preocupación entre los consumidores. Inicialmente, durante la pandemia, el costo de la electricidad descendió a 34€/MWh, pero desde entonces ha mantenido una tendencia constante al alza. Este incremento en España se atribuye a varios factores que están impactando en el mercado eléctrico del país, incluyendo la guerra en Ucrania, que afecta parte de la infraestructura de gasoductos que abastecen a Europa, la crisis del gas natural, la disminución en la producción hidroeléctrica y la incertidumbre geopolítica a nivel mundial.
Además, los impuestos también están ejerciendo un impacto significativo en la factura eléctrica, representando más del 40%. A pesar de que el impuesto sobre la electricidad, gravando la producción de energía eléctrica, ha experimentado una disminución en los últimos años, no se ha traducido en una reducción del precio en la factura final. Esto se debe al aumento en los precios del mercado mayorista, con especial énfasis en el año 2022.
La fabricación de fertilizantes sintéticos se basa en el uso de gas natural, cuyo aumento de precio ha impactado directamente en el costo del producto final. La crisis del gas natural, caracterizada por un incremento generalizado en los precios del gas a nivel mundial, ha sido un factor clave que ha influido en la escalada de precios del aceite, especialmente en España, debido a su dependencia en el suministro de gas externo. Esta interconexión entre la producción de fertilizantes y el aumento de precios del gas natural ha contribuido a las tensiones económicas en la cadena de suministro y ha incidido directamente en el costo de la producción de aceite.
La sequía emerge como un factor primordial en el incremento de los precios del aceite de oliva. España, líder mundial en la producción y exportación de este producto, ha enfrentado condiciones climáticas desfavorables que han tenido un impacto negativo en la cosecha de aceitunas. La disminución significativa de las lluvias ha llevado a una reducción considerable en la producción de aceitunas. Con una oferta menguante y una demanda constante, los precios han experimentado un alza.
Desde 2021, los periodos de sequía han aumentado, dando inicio a una de las sequías más extremas registradas hasta la fecha. Este fenómeno ha llevado a una drástica disminución en la producción de aceite de oliva, alcanzando la mitad de los niveles habituales y configurando la peor cosecha desde 1996.
La escasez de lluvias, combinada con el impacto del cambio climático y el aumento de los costos en la energía eléctrica, ha generado la siguiente realidad: en 2019, el costo de producir 1 litro de aceite de oliva era de 2,5 €/kg, mientras que en 2022, los costos de producción se elevaron a 6,67 €/kg (tres veces más que en 2019). Estos factores son los principales responsables de que el precio del aceite de oliva haya pasado de 1,9 €/kg en 2020 a 8,1 €/kg en agosto de 2023.
A pesar de que la sequía ha afectado el cultivo de todos los productos hortofrutícolas, el precio del aceite de oliva ha experimentado un aumento más pronunciado que el de otros productos. En este escenario, la cadena de valor desempeña un papel crucial en entender las dinámicas de precios.
La cadena de valor del aceite de oliva abarca cuatro fases clave: producción, almazara, embotellado y distribución. En la primera etapa, el agricultor se encarga del cultivo de las aceitunas. Estas son luego llevadas a la almazara, donde se transforman en aceite. A continuación, el aceite obtenido se embotella para finalmente ser distribuido en tiendas y supermercados.
En la campaña de 2021, previa al aumento de precios, la estructura de costos en el sector del aceite de oliva se distribuía de la siguiente manera:
En el esquema siguiente, se destaca que el mayor costo recae en la producción de las aceitunas, donde los agricultores obtenían 6 céntimos por kilo producido. Contrariamente, la fase de embotellado, que engloba la comercialización y la gestión de las marcas de aceite, fue la más rentable. Sin embargo, en la última etapa de la cadena, los distribuidores registraron una pérdida de 23 céntimos por kilo de aceite de oliva ese año. La pregunta clave es: ¿por qué las grandes cadenas de supermercados estarían dispuestas a absorber esa pérdida?
La respuesta reside en el hecho de que los aceites de oliva se utilizan como un "producto reclamo", sirviendo para atraer a los consumidores al punto de venta. Una vez allí, se busca compensar esa pérdida de dinero mediante la compra de otros productos. Aunque la venta a pérdida no está prohibida de manera general en España, existen regulaciones específicas que prohíben esta práctica de manera sistemática cuando afecta negativamente la competencia en el mercado.
En España, el aceite de oliva se está comercializando a precios superiores en comparación con otros países mediterráneos como Portugal, Italia y Francia. Según un estudio de la OCU, se vende un 6% más caro que en Italia, un 16% más caro que en Francia y un 27% más caro que en Portugal. La pregunta clave es: ¿por qué esta disparidad, especialmente considerando que España es el principal productor y exportador mundial de aceite de oliva?
La explicación radica en que España exporta más del 70% de su producción anual de un millón y medio de toneladas de aceite de oliva, con más de un millón destinado a mercados internacionales. Esto significa que, al realizar pedidos masivos para satisfacer las necesidades a lo largo de todo un año, estos países extranjeros fijan un precio antes de que ocurran posibles aumentos en los costos de producción del aceite. En contraste, en España, las compras se realizan a corto plazo, generando una mayor volatilidad en los precios al no contar con contratos a largo plazo que brinden estabilidad. Esta diferencia en las estrategias de compra contribuye a que los precios en España sean más susceptibles a las fluctuaciones del mercado en comparación con otros países mediterráneos.
En enero de 2023, el Gobierno redujo el IVA de los aceites y pastas del 10% al 5%, una medida que impactó especialmente en el aceite de oliva. Sin embargo, debido a esta rebaja, se estableció la prohibición de aplicar aumentos en los beneficios empresariales. Ante esta situación, las asociaciones de consumidores han denunciado los incrementos en el precio del aceite, argumentando que no se corresponden con el aumento en el costo del producto en su origen. Estas organizaciones están solicitando al gobierno que investigue posibles prácticas especulativas en la cadena de valor del aceite y determine si algunas empresas están incrementando ilegalmente sus beneficios.
Un factor adicional que ha llamado la atención es que todas las marcas blancas han acordado aumentar el precio de su aceite de oliva en el mismo porcentaje, aplicando un incremento del 9%. Esta coincidencia ha llevado a la asociación de consumidores a sospechar que las cadenas de supermercados podrían haber llegado a un acuerdo para fijar los precios de sus aceites, lo cual está prohibido por la ley. La situación indica la necesidad de una investigación exhaustiva para asegurar la transparencia y la legalidad en la fijación de precios en el mercado del aceite de oliva.
En la actualidad, la evolución del precio del aceite de oliva está marcada por la incertidumbre, siendo claro que los precios altos persistirán mientras la sequía en España continúe.
Los agricultores advierten que el precio del aceite de oliva no mostrará signos de disminución, al menos hasta mayo de 2024. Además, subrayan que, en ausencia de un aumento significativo en las precipitaciones, existe la posibilidad de que se mantenga elevado hasta 2025.
A esta situación se suma el aumento de los costes de producción experimentado en los últimos años. Para los productores, las labores de recogida, poda, abonado y otras actividades mantienen un costo constante, ya sea en una cosecha buena o mala. Además, el encarecimiento de los insumos ha contribuido a que el costo por kilo en las dos últimas campañas sea más elevado que en años anteriores. Este conjunto de factores dibuja un escenario desafiante para la industria del aceite de oliva, con la incertidumbre climática y los aumentos en los costos influyendo directamente en la dinámica de precios.
La actual subida de precios en el aceite de oliva en España se presenta como un fenómeno complejo, donde la sequía y sus consecuencias en la producción juegan un papel muy importante. La constante demanda y la disminución de la oferta, agravadas por condiciones climáticas adversas, se perciben como factores significativos que contribuyen a la tendencia alcista de los precios.
No obstante, esta situación plantea la necesidad de realizar investigaciones más exhaustivas que analicen la cadena de suministro y el comportamiento de los supermercados. El aumento de márgenes de beneficio y la posibilidad de prácticas irregulares en la comercialización del aceite de oliva deben abordarse con mayor profundidad para comprender completamente su impacto en los precios finales para los consumidores.
La comparación con otros alimentos revela una diferencia marcada, donde el aceite de oliva experimenta un aumento desproporcionado en su precio en comparación con productos similares. Esta discrepancia resalta la particularidad de los retos que enfrenta el mercado del aceite de oliva y subraya la necesidad de una evaluación más detallada de los factores específicos que contribuyen a esta tendencia.
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